octubre 29, 2020

RAY BRADBURY

Ray Bradbury (1920-2012), escritor estadounidense de cuentos, novelas, poesía, teatro, ensayos y guiones; conocido y reconocido principalmente por sus libros de ciencia ficción y fantasía:

Crónicas marcianas (1950), El hombre ilustrado (1951), Las doradas manzanas del sol (1953), Fahrenheit 451 (1953), El país de octubre (1955), El vino del estío (1957), La feria de las tinieblas (1962), El árbol de las brujas (1972), El verano de la despedida (2006) …

 

Para conocer un poco más sobre su vida y su obra les comparto un video realizado por el equipo de Tinkuy:

 

 

En su lápida figura un epitafio que él mismo escribió:

“Ray Bradbury

1929 - 2012

Autor de Fahrenheit 451”


Fahrenheit 451 presenta un mundo futuro sombrío y horroroso. Montag, el protagonista, pertenece a una brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios sino la de provocarlos para quemar libros. En ese mundo distópico está terminantemente prohibido leer. Leer obliga a pensar y allí está prohibido pensar, leer impide ser ingenuamente feliz, y allí hay que ser feliz a la fuerza.

 

Los invito a leer un fragmento del inicio de la novela:

Fahrenheit 451:

es la temperatura a la que

el papel de los libros

se inflama y arde.


        Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía.

        Montag mostró la fiera sonrisa que hubiera mostrado cualquier hombre burlado y rechazado por las llamas.

        Sabía que, cuando regresase al cuartel de bomberos, se miraría pestañando en el espejo: su rostro sería el de un negro de opereta, tiznado con corcho ahumado. Luego, al irse a dormir, sentiría la fiera sonrisa retenida aún en la oscuridad por sus músculos faciales. Esa sonrisa nunca desaparecía nunca había desaparecido hasta donde él podía recordar…

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